La crisis financiera internacional y el impacto en las mujeres

Lisboa, Portugal, 01 y 02 de febrero de 2013

Resolución

La crisis financiera internacional, que ha sido provocada por la globalización neoliberal y está determinando la política pública, la están pagando los más pobres y las mujeres en particular. La reacción a la crisis de muchos gobiernos ha consistido en impulsar la agenda neoliberal aún más, planteando medidas de austeridad y la adopción de políticas que restringen el gasto público en instituciones de asistencias social como la única solución. Las mujeres se ven afectadas de una manera desproporcionada tanto por la crisis como por esa solución: sufren más desempleo, pobreza y hambre, incluso deportación y violencia doméstica, y la igualdad de género da marcha atrás disimuladamente.

El paro femenino ha incrementado más que el paro masculino a nivel mundial. Las consecuencias para la mujer son más graves, porque sus puestos de trabajo suelen ser mal pagados, precarios y carecen de protección social. Entre el 60 y el 80% de los sectores informales de la economía está compuesto por mujeres en Asia y en los países del este y del sur de África, por ejemplo, en donde la fabricación de ropa, la floristería y el sector electrónico han registrado un gran bajón en la demanda. Adicionalmente, mujeres en el sur de Europa se ven especialmente afectadas por tasas desempleo sin precedentes. Las mujeres migrantes corren el riesgo de expulsión, causando la pérdida de remesas a sus familias y a su país de origen. También se ha recortado un número enorme de empleos en el sector público, como en el Reino Unido en donde habrán un recorte de 700.000 puestos de trabajo entre 2011 y 2017, lo cual afecta mayormente a las mujeres ya que representan el 60% de la fuerza laboral del sector público mundial. Esto también afecta los ingresos de las mujeres inmigrantes que trabajan en países occidentales como por ejemplo en el área de mantenimiento de edificios. Por lo tanto pierden sus empleos debido al cierre de empresas, firmas y otras oficinas.

La independencia económica de la mujer desaparece con el paro; en Ghana, por ejemplo, en donde un 44% de la población femenina no tiene estudios formales, las mujeres son más dependientes del hombre económicamente por haber perdido debido a la crisis el trabajo que tenían. Hay estudios que indican que esto puede conducir a una mayor violencia por parte del compañero íntimo contra mujeres y jóvenes. El paro también incide en el acceso a la asistencia médica y la nutrición, como en países africanos, Kenya por ejemplo, en donde el precio del maíz se ha doblado de repente para situarse al mismo nivel que el salario medio semanal de 2008. Para hacer frente a esta subida de precios, las mujeres en primer lugar recortan la diversidad y la calidad de los alimentos, luego la cantidad y seguridad del régimen alimenticio, y por regla general son las primeras en quedarse sin comer. En la India, por ejemplo, se espera que la mujer sólo coma las sobras, lo que lleva a la malnutrición. Igualmente, el desempleo lleva a problemas de la salud porque las mujeres renuncian a medicinas esenciales poniendo en riesgo su propia vida. Más de un tercio de las familias están conformadas con ausencia del padre. Son muchísimas las mujeres que sostienen solas sus hogares y por lo tanto padecen de forma especialmente dramática la escasez de empleo, la ausencia de seguridad social, la deficiencia en los servicios públicos, la imposibilidad de acceder a financiamiento y obtener viviendas dignas.

En los países con un alto índice de pobreza, la mayoría de quienes se dedican a la economía informal son mujeres, ya que es la alternativa que tienen para mantener a sus familias. Las trabajadoras no dependientes sufren la inseguridad de las calles, la falta de servicios elementales, la hostilidad del entorno, la corrupción policial, la ausencia de seguridad social y la falta de lugares de cuidado para sus hijos durante su jornada laboral, además las mujeres tenemos mayor dificultad que los hombres para conseguir recursos financieros, nuestros negocios son aún más precarios y con menos posibilidades de desarrollo, sin beneficios sociales y sometidos al vaivén de la economía (ventas), al disminuir sus ingresos los niveles de empobrecimiento son mayores.

El alto desempleo y los precios de los alimentos han agravado la violencia existente contra las mujeres y ha provocado nueva violencia en muchos países. La crisis provocó también revolución, tráfico de todo tipo y conflictos en todo el mundo en donde la violencia sexual contra las mujeres se está usando como arma de guerra. Por ejemplo, durante la primavera árabe, las fuerzas gubernamentales y partidarios de los regímenes violaron mujeres activistas en Libia, Egipto, Yemen. En la guerra civil de Siria, donde las mujeres y las niñas se escapan a Jordania y Líbano tras ser violadas por las fuerzas del gobierno; y en Malí, donde las mujeres y las niñas sufren abuso y violación sexual de los rebeldes que ocupan el norte.

De los países que representan el 15% que cuentan con mecanismos de protección social, los recortes en el estado del bienestar están afectando a las familias pobres y sobre todo a las madres en familias monoparentales, como en Australia, en donde las prestaciones a familias monoparentales se han recortado en 2013. A consecuencia del recorte en el gasto público social que se dedica a servicios básicos, el trabajo no pagado de mujeres que cuidan a otras personas tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo ha aumentado. Por ejemplo, en las Islas del Pacífico, las mujeres están ahora desempeñando tareas que solían ser la responsabilidad del Estado, dedicando más horas a trabajar en entornos de subsistencia con un menor apoyo de ONGs del Pacífico, a consecuencia de recortes ya que Nueva Zelanda ahora dedica a la estabilidad económica los fondos del presupuesto de ayudas al desarrollo que antes estaban destinados a la reducción de la pobreza.

En este clima, la política pública en materia de igualdad de género se considera costosa e innecesaria, a pesar de la función que desempeña en evitar una mayor exclusión social y desigualdades como la pobreza y el desempleo, que a la larga son más caras. En Asia Central, Latinoamérica y el Caribe, África, Oriente Medio y algunos países de Europa, hay crecientes intentos de eliminar los logros de décadas de lucha por que se reconozca que los derechos de la mujer, particularmente en los campos de la privacidad y de la salud, forman parte inalienable de los derechos humanos universales. Para mujeres como mujeres migrantes, madres en familias monoparentales, mujeres con pocos estudios, analfabetas, indígenas, mujeres que viven en zonas rurales, lesbianas y transexuales, que ya se ven amenazadas por una multiplicidad de discriminaciones, el acceso al trabajo, apoyo y educación seguramente se irá viendo más y más erosionado a medida que se intensifica el movimiento popular hacia modelos, estereotipos y “orden” tradicionales.

Por lo tanto, la Internacional Socialista de Mujeres (ISM) llama a los gobiernos y a los partidos miembros de la Internacional Socialista, así como las ONGs con similares principios que la ISM a:

impulsar una buena gobernanza económica para beneficio de todos y que trascienda los meros mecanismos financieros;

introducir un impuesto sobre transacciones financieras global para hacer una redistribución de la riqueza y dedicar los fondos recaudados a la reducción de las desigualdades entre ricos y pobres, entre el mundo desarrollado y los países en vías de desarrollo; y a la reducción de desigualdades sociales, incluidas las desigualdades de género a nivel nacional;

adoptar una perspectiva basada en los derechos humanos en todas las políticas, ya que la crisis no debe servir de pretexto para hacer caso omiso de los derechos humanos;

luchar contra la violación de derechos humanos y la regresión de logros progresistas, en particular de los derechos de la mujer en nombre del tradicionalismo;

prevenir que el abuso y la violación sexual sea utilizada como arma de guerra, al asegurar que las leyes de guerra sean igualmente aplicadas para las mujeres y los autores de estos crímenes sean llevados ante la justicia;

reconocer que la igualdad de género es una fuerza que impulsa el desarrollo económico y social: las mujeres no son sujetos meramente pasivos, sino también activos en la determinación e implementación de políticas macroeconómicas y en la creación de riqueza;

implementar como prioridad políticas para una participación mejor, más equitativa y más igualatoria de mujeres en centros de toma de decisiones;

no reducir las ayudas destinadas a los países pobres y en vías de desarrollo, y a reconocer que los recortes de hoy conllevan un precio muy elevado que se cobrará en el futuro;

facilitar el acceso de la mujer a la tierra, al agua, ingreso, energía y capital, y a recursos económicos en general; y

asegurar el acceso de la mujer al trabajo pagado igualitario y a sueldos que garanticen la independencia económica de la mujer ahora y en el futuro.

 

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