Declaración con motivo del Día Internacional de la Mujer, Año 2000

Declaración

La Internacional Socialista de Mujeres (ISM), en este año proclamado por las Naciones Unidas Año de la Cultura de la Paz, invocando la Declaración y la Plataforma de Pekín, en las que millones de mujeres de todo el planeta decidieron luchar por el fin de la violencia en todas sus formas, quiere dedicar la conmemoración de este Día Internacional de la Mujer a proclamar la necesidad de construir una auténtica cultura de la paz, y expresar a la vez nuestro rechazo a la cultura de la violencia imperante.

Las mujeres, en gran medida excluidas de la toma de decisiones y ausentes de la vida pública, somos víctimas sin voz de políticas deshumanizadas. Nosotras, que venimos hace tiempo librando una batalla por nuestros derechos, unimos hoy nuestra voz de ciudadanas a la de millones de personas que, en todos los países del mundo, luchan contra la violencia en todas sus formas. La ISM se suma a su protesta ante la destrucción de vidas, de recursos económicos y naturales, de pautas de convivencia presentes y futuras. La ISM se une a sus esfuerzos para acabar con las causas de la violencia, incluidas las desigualdades crecientes y las formas de explotación cada vez más eficaces.

La guerra es un asunto de la ciudadanía, es una cuestión civil

Hoy en día el setenta por ciento de las víctimas de conflictos armados son civiles, y es la ciudadanía – tanto la de lo países en guerra como la de sus vecinos – quien padece sus consecuencias inmediatas, en forma de hambrunas, enfermedades o desplazamientos masivos. Esta nueva e indiscutible dimensión de las guerras muestra a las claras que éstas han dejado de ser un asunto de militares y gobernantes para convertirse en una cuestión que atañe a todas las ciudadanas y ciudadanos.

Ante la violencia hay que evitar el sentimiento de fatalidad e impotencia que sólo favorece a los poderosos. Un sentimiento de impotencia que puede parecer justificado tanto por los enormes intereses económicos que se manejan en las guerras – entre los que no es uno menor el negocio de la venta de armas – como por la larga tradición de una cultura violenta, cuya expresión va desde la violencia doméstica hasta la pervivencia de la pena de muerte. Hay que declarar bien alto que las cosas pueden cambiar, que es posible vivir en paz. Y para lograrlo exigimos participar en pie de igualdad en la vida pública y en la toma de decisiones políticas.

Las mujeres conocemos el valor de la vida

Las mujeres sabemos del cuidado que se requiere para que la vida se desarrolle adecuadamente, y de la dificultad y el esfuerzo que demanda educar para que un ser humano llegue a ser un adulto capaz y libre. Por ello debemos pronunciarnos colectivamente contra una cultura que hace de la competencia su método, de la acumulación de riqueza su objetivo, y de la virilidad entendida como autoafirmación ante los débiles su bandera. Una cultura que no respeta la vida como el bien primero, y que considera a las personas, mujeres, hombres y niños, como objetos o mercancías, destruyendo los vínculos de solidaridad y calor sin los que es imposible vivir como seres humanos plenos. Por eso nosotras queremos que primen, en la vida personal, social y política, otros valores: valores que sitúen en primer lugar a la persona y sus derechos inalienables, que reivindiquen la diferencia como patrimonio colectivo, y el diálogo y el pacto como formas de abordar los conflictos, inherentes al devenir de las personas y los grupos humanos.

Ciudadanas y ciudadanos debemos hacer uso de la libertad de la que disponemos y expresar individual y colectivamente nuestro rechazo a la cultura de la violencia. Una cultura que penetra el mercado y la educación, las empresas y las relaciones interpersonales, que militariza la vida de los pueblos y que, cuando estalla en forma de conflicto armado, produce costes incalculables en vidas humanas y bienes económicos, a la vez que destruye las posibilidades futuras de convivencia e integración social.

La ISM propone, en este 8 de Marzo del 2000, hacer llegar este mensaje a toda la ciudadanía, y especialmente a aquellos movimientos e instituciones que trabajan para fomentar una cultura de la paz, que luchan contra la cultura de la violencia. Lo haremos desde todos los puntos de la geografía, desde cualquier ámbito de actividad, mediante la aportación intelectual y el trabajo en la calle, a través de los procesos educativos formales e informales, desde las instituciones públicas y los partidos políticos, desde los movimientos solidarios y las empresas.

Llamamos a las ciudadanas y ciudadanos de todo el mundo y de todas las edades a unirse a este esfuerzo por construir una auténtica cultura de la paz.